martes, 26 de julio de 2011

Viva el Perú...


¡¡ Viva el Perú Carajo !!

Composicion de Jorge “Cumpa” Donayre (1921 – 1987)

Recitada por Luis Alvares y acompañado por la guitarra del maestro Oscar Aviles.



Bueno, ha llegado el momento,

el momento esperado siglo y medio,

para que desde la antigua vasija de mi canto

extraiga este grito de barro estremecido.

¡Viva el Perú Carajo!

Vivan las espumosas olas,

sobre las que llegó la historia de Dios

en totoras y velas desafiantes,

el océano largo y submarino

de infinitos profundos habitantes,

el voluptuoso cetáceo, las gaviotas,

las algas, el bonito y el humilde guanay

que ha digerido millones de libras esterlinas,

este es mi mar, mis islas, mis arenas,

mis remos, mis atardeceres y mis redes.

¡Viva el Perú Carajo!

Viva este monumento de piedras

levantado sobre cimas de la eternidad

donde el tiempo no se atreve a morir.

Viva esta huaca donde anduvo

la raza de los viejos abuelos,

abuelos a la vez de 8 millones de serranos,

que quedan allá, arriba, prendidos de las cumbres;

y aquí abajo, servidumbre barata

de las casas de Lima, mozos del mayorista,

ebrias, turbias, postergadas gentes de las barriadas,

emolienteros, vendedores de fruta, carretilleros,

público sudoroso de los coliseos,

chimpunes, driles y camisas de mugre.

Este río es peruano,

y es su cuna, una huraña fuente

enclavada en la cumbre

que vacía y llena el hechizo del cielo,

gota a gota o en tempestuosas lluvias,

viene en su lecho con limos y polvos minerales,

sembrando valles, preñando y alumbrado

padre y madre a la vez, la vida de los hombres y de las plantas,

los animales, las aves y los peces, indios, mariposas,

cholos, blancos, negros, leche, rosas,

todo, todo lo siembra el río,

que bajo desde la nube con fuerza creadora.

¡Viva el Perú Carajo!

Viva esta selva sembrada por el propio Señor,

una fresca mañana cuando pasó el diluvio,

el día que sus dedos moledaron su mejor creación sobre el planeta,

aquí la fuerza desata un huracán de lluvias y de orquídeas,

llanuras de verdor cubren la tierra

donde se enroscan rios y serpientes.

Vuelan los guacamayos, parlotean los monos trapecistas

mientras río arriba surca una canoa

en la que van amándose Carlos Rumiche y su María,

seguros de que el río ha de traerles

junto a la cesta de peces, el hijo prometido.

¡Viva el Perú Carajo!

Viva el hombre peruano,

a quien no espanta la dura geografía

que Dios nos entregó como instrumento,

sobre las conmociones cataclísmicas

que agitan los cimientos de los mares y la Tierra.

Sembramos desafiando terremotos, nuevas ciudades

nuevas casas, las riegan las lágrimas transidas de las viejas,

de los huérfanos niños, de los hombres.

Ja, ja, ja, ja, ja, ja

Nosotros somos súbditos del temblor y el terremoto.

¡Viva el Perú Carajo!

También al huayco, las inundaciones, las sequías,

les sabemos sus caras de miseria,

sus derrumbes, sus vértigos de sangre,

les conocemos desde viejas edades,

y para todas esas camaradas desdichas,

hay un Pedro Quispe y una Juana Flores,

que a fuerza de coraje, de sudor, de esperanza,

han atrapado un rayo enfurecido entre sus manos

y lo han hecho una estera de amor, un duro adobe,

ladrillo rojo, una vivienda rústica, una torre;

el perfil majestuoso de una iglesia, un pueblo, una ciudad,

y una costa o una sierra de continuadas urbes

que se levantan y caen sin miedo a nada.

¡Viva el Perú Carajo!

Para suche comunero es este canto,

este fuerte carajo esternecido,

para sus caminos vecinales y su escuelita de tejas,

donde el hijo aprenderá qué es el Perú.

Vivan los artesanos, los mineros,

los duros labradores que no moran en Lima y han hecho

de la luna un lamparín de esquivo kerosene

encendido en el techo de los cielos.

Viva el hombre de chullo que solo come camote y charqui

y bebe jarros de chicha repletos de tristezas,

viva su poncho rojo, sus cansadas ojotas,

su lánguido charango, las ubres de sus cabras;

el seno prieto y duro de sus cholas,

su leche tibia, llena de amor y vida.

¡Viva el Perú Carajo!

Para Aurelio Celada, caporal de la hacienda costeña,

es este canto de carbón y uva negra

como el mejor color de su pellejo,

para el duro trajín que le reclama músculos de andracita,

firmes muslos para sus grilletes vencidos,

sus leyendas de arcángeles, zambos, guitarristas,

marcadores de puntas, centro forward, soldadores de gallos,

cinturas de alcatraz y cajoneros.


¡Viva el Perú Carajo!




Para tirar un carajo por mi patria,

le he pedido prestada su cristina de drill a mi hijo Alberto,

en la hebra de luz de un blanco cabello

de mi finada madre, lanzo el sonoro grito

que me nace en las venas,

con estruendo de vida,

clarinada del alba al cielo puro.

Para tirar un carajo por mi patria,

he levantado en sedición a las palomas,

garras de cóndor son ahora sus patas,

otrora delicado pistilo hoy convertido en lanza.

Este niño que toca una corneta en los desfiles de julio,

es Juan Mariño, es hijo de la estera, del barro y de la caña brava,

es Juan Mariño, hijo de la barriada, sobrino del triciclo, primo del anticucho,

sobre el lomo del cerro tirita fríos,

tiene hambre en las manos y en las tripas,

y aunque el sólo es dueño de su uniforme comando,

es Juan Mariño, el que toca una corneta

en los desfiles de julio.

Para tirar un Carajo por mi patria,

préstame Juan Mariño la trompeta,

tu trompeta de bronce retumbante,

quiero lanzarle al mundo

un coro de trompetas.

¡Viva el Perú Carajo!

Oh río huraño, Oh seca pampa,

Oh larga costa, Oh Huascarán, Huandoy, nieves eternas,

Oh tranquilo molusco, cactus, piedra, kenko,

Sacsayhuamán, Chavín, piedra de siglos,

Oh poncho, lampa, flecha, quena, choclo, nube, gaviota,

prestadme vuestras voces de siglos

para inundar de amor todo el paisaje.

¡Viva el Perú Carajo!

Amo esta dura arcilla, amo este crisantemo

y sigo enamorado del olor del romero,

porque estas cosas viejas, conciertos de canarios,

cuadernos de dibujo, helechos y retratos esfumados,

no conduelen mi vida, sino al contrario,

alientan las sudadas camisas de mi paso

y en la beligerancia de todas las batallas

afirmas este grito:

¡Viva el Perú Carajo!

¡Viva el Perú!, mi patria,

y sobre todo este rectángulo

que es mi única propiedad sobre la tierra,

donde los huesos de mi madre dicen aun sus rezos preferidos,

sus preocupaciones.

¡Viva el Perú!, mi patria, la de mi hijo,

de mis amigos buenos, la mujer que me ama,

mi provincia, mi derruida casa.

Y cuando los diarios digan:

el Perú perdió en fútbol,

el Perú país pobre,

vino otro terremoto,

se secaron los ríos,

se enlodan los políticos,

bajó el sol, se perdió la cosecha,

repicaremos desde el fondo de los huesos,

el grito poderoso de los hombres de esta tierra,

cargada de coraje y de optimismo para decir

como si arrojaramos balas:

¡Viva el Perú Carajo!... ¡Viva el Perú Carajo!

¡Viva el Perú Carajo!... ¡Viva el Perú Carajo!

¡Viva el Perú Carajo!… ¡Viva el Perú Caaaraaaaaaaaajoo!!!